En el ocaso, Bladimir iba camino a su casa; llevaba sus audífonos puestos. Al llegar a su hogar solo encontró el espacio que ocupaba, al amanecer, su hogar; no había rastro de que alguna vez ahí hubiera estado alguna construcción. Camino hacia ese rectángulo y al pisar escucho el crujir de las ramas y hojas secas que cubrían a un inmenso roble.
Blaimir se recostó, aun de pie, sobre aquel árbol, se quito los lentes y cerró los ojos. Recuerdos de su hogar y su familia lo ahogaron; abrió los ojos para apartar los recuerdos pero seguía sin poder respirar, intento tocar su pecho pero sintió que algo delgado y escamoso de piel fría rodeaba su pecho. Miro hacia abajo y había una inmensa serpiente rodeando su cuerpo contra el tronco del enorme árbol
El pánico lo invadió e intento zafarse con todas sus fuerzas. Los recuerdos aun no vividos, los sueños no realizados asaltaron su mente y la nostalgia reemplazo al pánico; por primera vez en mucho tiempo rezo. Pidió por su vida, sus sueños, recuerdos, familia y amigos. “Aun no debo morir” pensó con las últimas fuerzas que le quedaban; de pronto la serpiente se esfumo, como el humo. Bladimir disfruto del oxigeno en sus pulmones como nunca lo había hecho, también disfruto del crujir de las ramas y hojas secas y de un ruiseñor que vivía en la frondosa copa del árbol; miro al cielo y vio una estrella muy brillante cerca del sol. “Venus” recordó y se quedo observando el cielo hasta que anocheció. Se cobijo con las estrellas y lo protegió el enorme árbol. Aquel árbol había visto tantas historias y lo habían regado con tantas lagrimas distintas; siempre que alguien o algo dormía sobre sus raíces no se sentía solo, sabia que estaba donde debía estar; pero cuando su deber terminaba tenia que volver a vagar hasta encontrar a quien proteger en aquel lugar tan basto y desolado. El árbol sabia todos los idiomas que los hombres hablaban y también los que no, e intentaba enseñárselo a los hombres. Algunas veces tenia éxito, otras no; pero siempre, sin importar el resultado, moria y al renacer ya debía tener otro aprendiz; este era su deber y aun lo hace. Si tienen suerte, tal vez los elija.
Bladimir despertó gracias al canto del ruiseñor. Esperanzado miro a su alrededor esperando estar en su habitación, pero no fue así: seguía de pie bajo el enorme roble. Camino sobre la que fuera su ruidosa ciudad, ahora el único ruido era el eco de sus pasos. Camino toda la tarde y al ocaso volvió a ver a Venus; volvió a dormir bajo el roble.
Así fue su vida unos meses hasta que harto del árbol comenzó a cortarlo; al lograrlo estaba tan exhausto que cayo dormido. Las raíces del roble comenzaron a desaparecer y durante la noche agonizo, como le ocurria siempre que su trabajo; por cada hoja fue apareciendo un ladrillo y al amanecer a Bladmir lo despertó el delicioso aroma de un desayuno casero; aun sin creerlo se asomo por la ventana; frente a su casa había un parque y un inmenso roble en su centro. Sonriendo tomo los lentes que estaban sobre el buro y bajo a desayunar.